by myself

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domingo, 27 de enero de 2013

Mr. Brownie aparece en la historia

Mientras dejaba cargar el próximo capítulo que iba a ver de "Sex and the City", sentada en mi computadora, con los ojos clavados en la pantalla y el reloj clavado en las nueva de la noche me puse a pensar lo que me había pasado sábado a la noche.
Comenzando en que solamente íbamos a ser yo y mi amiga, nos empezamos a sentir cada vez más limitadas. Desde que el lugar a donde íbamos a ir a bailar, quedaba en lejos de donde vivíamos, y que al ser menores no podríamos ir con nuestro propio auto, ligeramente nos sentimos frustradas en nuestra vaga idea de ser mayores, con auto tapizado en cuero y música de boliche. Además, ninguna tiene novio, la mayoría de mis amigos hombres apenas puede con una carrera universitaria, y los taxis en la ciudad nocturna no son buena idea... así que,claramente tendríamos que ir con nuestros padres.
A pesar de esta leve complicación, (porque seamos francos, ¿qué adolescente de 17 años quiere que su padre la lleve a la puerta del boliche siendo que, en su propio mundo puede hacer lo que se le ocurra y tiene la libertad para hacerlo?) con mi amiga decidimos aprovechar la noche.
Sin entrar en mucho detalle sobre la noche en sí, pero no obviando detalles indispensables como, los típicos empujones, pisadas y caídas que uno tiene que sufrir cuando se le ocurre ir a bailar, mi amiga y yo, amantes de la música electrónica, -o lo que sea que contenga palabras en inglés-, decidimos llevar nuestros lentes amarillo y verde flúo. Habré contado 10 personas que seguro o intentaron sacármelos, o se los quisieron probar o me los pidieron para sacarse una foto con ellos.
Aunque lo más divertido de la noche, fue conocer a Mr. Brownie y su acompañante Juan (que ojo, era extranjero nacionalizado desde que nació -básicamente, era de acá-). Cabe destacar que ver amanecer con tu amiga, acompañadas, y en el medio de un parque suena bastante alentador para una noche en un boliche que, -en mi opinión- no sonaba muy tentador.
El broche de oro se lo lleva, claramente, el domingo. Pasar el domingo de pijama, revisar Twitter, reirte de las fotos desastrosas y respirar, son índices de que la noche del sábado fue una muy buena noche.

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